El descanso a través del sueño es una necesidad fisiológica, pero se ve perturbada por factores de salud, cognitivos y sociales, influyendo directamente en el bienestar tanto físico como cognitivo.
Los tratamientos para el insomnio se han utilizado por mucho tiempo sin tener una considerable idea de las diferencias de género. Existen diferencias en el sueño en hombres y mujeres, desde la duración, el grado de descanso y los factores asociados como el entorno y otros aspectos biológicos como las hormonas.
Una de las principales afecciones del sueño es la apnea. La apnea es un padecimiento que obstruye la respiración durante la noche, y afecta a más hombres que mujeres, influyendo en su energía y actividades diurnas.
Fuera de aquellas personas que padecen de apnea, son las mujeres quienes descansan menos. Las mujeres tienen un menor grado de descanso durante las horas de sueño que los hombres, y esto no se debe a que duerman menos, al contrario, las mujeres duermen más horas que los hombres, y aun así, es menor su calidad de descanso.
En estudios anteriores, las diferencias de género en la calidad de sueño se atribuían a que las mujeres son más propensas a sufrir trastornos emocionales, como ansiedad y depresión, los cuales se asocian con una más pobre calidad del sueño(Piccinelli and Wilkinson, 2000). Nuevas investigaciones han demostrado que no se debe a esto, ya que, incluso controlando las variables psiquiátricas, las mujeres descansan menos (Lindberg, Janson, Gislason, Bjornsson, Hetta, and Boman 1997; Zhang and Wing 2006).
Las mujeres duermen más a lo largo de la adultez que los hombres (e.g., Basner, Fomberstein, Razavi, Banks, William, Rosa, and Dinges 2007), pero también, la mujer despierta más durante la noche, esto puede tener implicaciones neurobiológicas y evolutivas, este sueño ligero de las mujeres se podría deber a que su corteza es más excitable ante los estímulos externos durante la noche (se despiertan más fácil), lo cual tiene la función de hacerlas más protectoras de sus hijos mientras duermen que el hombre (e.g., Hislop and Arber 2003; Venn, Arber, Meadows, and Hislop 2008).
Las hembras invierten más tiempo y energía a nivel fisiológico en producir óvulos, a diferencia de los hombres que producen más de un espermatozoide; las hembras también invierten más tiempo y energía en sus crías, desde gestarlos, amamantarlos y cuidarlos, esto hace que las hembras los protejan más, por la gran inversión de tiempo que requiere, es menos probable que tengan pronto otra cría a diferencia de los hombres que se pueden reproducir con más frecuencia. Las hembras en la mayoría de los mamíferos son las que se hacen cargo de las crías durante gran cantidad del día, provocando más apego (incluso desde el momento de amamantar).
Durante los primeros años de vida de los hijos, son las mujeres quienes suelen despertar más durante la noche, debido a las funciones de alimentar y proteger. Incluso al año de vida de los niños, estos, se siguen despertando constantemente durante las noches (Ferber 1995), lo cual continúa manteniendo más despiertas a las mujeres.
Estudios más actuales, en su búsqueda de controlar variables, han medido tanto a hombres como a mujeres en la calidad de sueño, bajo las mismas circunstancias diurnas, como laborales y familiares y se demostró que la mujer, aun teniendo las mismas responsabilidades, se involucra el doble que los hombres en tareas como los hijos, la familia y el mantenimiento del hogar, ya sea nocturna o diurnamente (Bianchi, Milkie, Sayer, and Robinson 2000, 2006 ; Hochschild and Machung 2003), (West and Zimmerman 1987) (Aldous, Mulligan, and Bjarnason 1998; Robinson and Godbey 1997: 104; Sayer 2005) (Gay, Lee, and Lee 2004), ya que son consideradas socialmente como “cosas de mujeres”, especialmente cocinar y limpiar; las “actividades de hombres” son cortar el pasto, sacar la basura, darle mantenimiento al carro, las cuales tienen un menor costo energético así como una constancia menor en llevarlas a cabo (el carro no lo arreglan diario).
Los hombres entonces, tienen un menor desgaste energético durante el día, sin embargo, su rol social principal es el de ser proveedor, por lo cual, tiene trabajos pagados, los cuales implican horarios específicos. Dichos horarios delimitan el número de horas de sueño. El tiempo de dormir disminuye cuando el tiempo de trabajo pagado aumenta (Krueger and Friedman 2009), no obstante, al regresar del trabajo, no aportan tanta energía a actividades familiares o parentales, y es más propenso a que todo el entorno familiar, fomente su descanso y sueño.
Es por esto que las mujeres tienen más despertares durante la noche, ya que es su forma de retribuir el tener menos actividades fuera de la casa.
Otros datos interesantes hallados, son que aquellos adultos sin hijos duermen más que adultos con hijos, especialmente los primeros meses de vida del menor, lo cual es de esperarse, pero que a su vez, las personas casadas tienen un más óptimo número de horas de sueño (de 7 a 8), en vez de un escaso o excesivo número de horas como aquellos adultos que no son casados. De 6.5 a 8 horas por noche es lo óptimo para la salud (Kripke, Garfinkel, Wingard, Klauber, and Marler 2002; Patel, Ayas, Malhotra, White, Schernhammer, Speizer, Stampfer, and Hu 2004).
Es importante conocer las diferencias en la etiología para poder ofrecer un óptimo y más acertado tratamiento dependiendo del género del paciente, tomando en cuenta edades, estado civil, número de hijos, número de ocupaciones, pero más importante, estado de salud actual; esto impactará de manera más eficiente en aquellas personas que nos soliciten ayuda para lidiar con problemas asociados con el sueño y el descanso.
Esta información viene de un artículo de “La duración de sueño dependiendo del género en americanos”: Burgard S.A., Ailshire J. A., Hughes N. M. (2010) Gender and sleep duration among American adults. University of Michigan. Institute of social research. Es muy completo y recommendable.